#ElPerúQueQueremos

Polonia en Katyn, una tumba histórica

Publicado: 2010-04-11

Es terrible lo que ha ocurrido en territorio ruso. Ahora que ya pasó más de un día, me sigue pareciendo increíble que Polonia haya perdido en un accidente aéreo a su élite política, militar y social, entre altas autoridades y líderes partidarios. Noventa y seis personas, encabezadas por el presidente Lech Kaczyński, en una tragedia sin precedentes en la historia moderna y que coloca en situación de zozobra a la vida institucional polaca.

Algo así no ha pasado ni en una de las tantas guerras que devastan el mundo. Ni lo he visto en alguno de esos filmes de Hollywood donde ciertos gentilicios, encasillados como enemigos de los norteamericanos, son satanizados y reciben inexorablemente punitivos desenlaces de muerte y destrucción (sólo la comedia King Ralph, como me recuerda Ernesto Carlín, tuvo una idea similar con la realeza británica).

Todas las sociedades viven insatisfechas, unas más que otras, con el sistema que los gobierna, principalmente cuando la actividad política es empleada para el robo y en general para el beneficio particular en detrimento del bienestar popular. Por ello, la población suele tener una relación de amor-odio con sus autoridades (sé de personas que han dicho cómo no pasó eso en el Perú, y por unos instantes se imaginan una mortandad liberadora). En el día a día, el rechazo y la adversión se acumulan y pueden convocar los sentimientos más perversos, cuya materialización extrema es el accionar de las organizaciones ilegales que atacan abiertamente el sistema imperante a través del terror.

Pero la mayoría no llega a ese punto. De manera silenciosa, en la frustración de las colectividades subyace un deseo malévolo respecto de quienes rigen, y muchas veces mutilan, sus destinos. El anhelo de que desaparezcan de un plumazo, es una fantasía perversa -al estilo de la película Ensayo de un crimen, de Luis Buñuel- que sobrevuela la mente y descansa luego de un instante de catarsis.

No digo que Lech Kaczyński haya sido notablemente impopular y que hubiera provocado semejante aspiración de modo sostenido y significativo en un sector de la población. Pero de hecho había tensiones y latencias como en cualquier país, especialmente por las elecciones presidenciales que se iban a realizar en octubre próximo, hoy forzosamente adelantadas (más contexto en el blog El fondo del vaso).

El problema es cuando la ilusión maquiavélica se hace realidad. Ahí afloran los vínculos en toda su dimensión de identificación y pertenencia, y hasta se asocia la tragedia a una tradición de fatalismo. Hoy Polonia está atónita y quebrada, perpleja de quedar relativamente descabezada, otra vez, y en la misma nación vecina. Y digo relativamente porque las colectividades tienen también una vocación regenerativa, y sobre todo un pueblo como el polaco, que ha salido adelante ante peores circunstancias.

Por lo pronto, lo poco que quedaba de la administración del Estado ha reaccionado apropiadamente, asumiendo el poder el titular del Parlamento, Bronisław Komorowski, quien ha anunciado que las elecciones presidenciales se realizarán aproximadamente en dos meses y medio.

La calamidad entraña mayor pesar, porque la visita oficial de la delegación polaca era un gesto de acercamiento con el gobierno del presidente Dmitri Medvédev, en busca de cerrar una profunda herida que data de 1940, en plena segunda guerra mundial y en tiempos de la Unión Soviética. Ese año, en el pueblo de Katyn, en la localidad rusa de Smolensk, el régimen de Stalin asesinó a 22 mil polacos que habían sido prisioneros en medio de la ocupación de su país, que incluían mayoritariamente militares y policías, y también intelectuales y funcionarios de la administración pública.

Desde hace unos días, se han realizado ceremonias en que el presidente Medvédev y el ex mandatario y actual primer ministro, Vladimir Putin, acogieron a sus pares polacos y reconocieron oficialmente, en el aniversario 70 de la matanza, que fue perpetrada por tropas soviéticas y no por los nazis, como sostuvieron durante décadas.

La comitiva de Kaczyński se dirigía precisamente a Smolensk, para celebrar los más importantes actos conmemorativos de la efemérides. Es decir, Smolensk, Katyn y Rusia entera -hasta el avión, un Tupolev Tu-154, era de fabricación rusa- quedan asociadas por segunda vez, aunque de diferente forma, a una tragedia humana y social de proporciones mayúsculas en la historia contemporánea de Polonia.

Conmocionado, el ex presidente Aleksander Kwasniewski, sucesor de Lech Walesa y antecesor de Kaczyński, no ha dudado en exclamar que Katyn "es un lugar maldito", una emotiva señal de que será muy difícil que las relaciones ruso-polacas logren un cierto nivel de empatía, pese a que, al parecer, las autoridades locales no tienen responsabilidad en el caso.

Las primeras informaciones apuntan a una falla humana, en un contexto de condiciones climatológicas adversas, lo que deberá quedar claro con el análisis de las "cajas negras". El piloto no habría cumplido las órdenes de desviarse que recibió del control terrestre en Bielorrusia y Rusia. Pero ha trascendido un antecedente que agrava la desgracia y supone un triste papel de Kaczyński.

En el año 2008, viajó a Tiflis para solidarizarse con Georgia en el contexto de la guerra ruso-georgiana. Hubo problemas, el piloto del avión presidencial hizo caso a las indicaciones de las autoridades rusas, y se dirigió a la capital de Azerbaiyán, Bakú, para evitar una desgracia. Por ello, el presidente lo despidió, en un penoso ejemplo de lo arbitrario y necio que puede ser el poder. Es tétrico, aunque inevitable, imaginar que en esta oportunidad el dignatario fue más impositivo en su determinación de seguir con la ruta establecida, y que así envió a su país a repetir cruelmente la historia.


Escrito por


Publicado en

Tinta Indeleble

Escrito por Gabriel Quispe